domingo, 19 de mayo de 2013

m. Matar al mimo


Poco para hacer el domingo. Amanecemos, desayunamos lo que queda en la heladera y volvemos a la cama para hacer la digestión. Boca arriba miramos el trabajo silencioso de la humedad que cubre todo el techo. Sandra comienza con las ofertas dominicales:
— ¿Queres que vayamos a visitar a tu mama?
—No, no tengo ganas hoy.
— ¿Hace cuánto que no vas?
—No me acuerdo, una, dos semanas.
— ¿Pero la llamas para saber cómo está?
—Sí, hace unos días hable. Estaba todo bien. Pero prefiero no sé, hacer otra cosa.
No hablo con ella desde hace más de dos semanas, no sé nada de su vida. Ella tampoco sabe de la mía ni me llama. Nuestro dialogo esta moribundo y nada hacemos por revivirlo.
— ¿Y al cine?
—Ni idea que películas hay.
—Entonces a la plaza, comemos algo ahí y listo.
—Bueno.
Uno de los pocos placeres que me suelo dar a principio de mes es el viajar en taxi. Bajamos, lo paro y nos subimos. Le indico nuestro destino: la plaza que queda pegada al cementerio, cerca de la avenida. Sandra mira por la ventana y se divierte hablando con el chofer. Mis ojos se turnan entre el taxímetro  y la ficha con los datos personales del conductor que cuelga detrás de su asiento. La leo, miro la foto, el espejo retrovisor y vuelvo a los datos para regresar otra vez al taxímetro. Como los carteles en las jaulas de los zoológicos que hacen una breve descripción del animal en cautiverio, esta ficha ofrece su nombre, DNI , datos del auto y una foto carnet. ¿Qué somos sino más que animales?. Detrás del bigote oculta los dientes manchados de nicotina, igual que mi tío Octavio. Llegamos, como antesala de la plaza, Sandra me obliga a acompañarla por la feria. A desgano y tropezándome con la gente hicimos el recorrido de principio a fin, viendo todo, comprando nada. Nos sentamos en el pasto. Con unos sanguches que compramos al vendedor de cara más confiable y unas gaseosas, armamos un improvisado pic nic. Otra vez la digestión en posición horizontal. No hay techo, pero si un cielo soberbio, celeste. Sandra duerme. Me gusta, brilla inocente. Yo no puedo dormir, escucho todo alrededor, gritos, cantos, llantos. Me levanto para acomodarme y los veo. Ahí están ellos, llenándose de sol, acumulando el calor para pasar la noche en la calle. Reptiles. Se arrastran por el pasto, por las veredas, sucios como siempre, con sus trapos y bolsas. Me reconocen, los dejo de mirar, murmuran atrás mio. Uno se ríe y suelta al aire: —Hace mucho que no venís pibe. La despierto a Sandra y nos vamos. No entiende porque la apuro. No sabe de mis episodios, de las noches de fantasmas. Nunca dejaremos de serlo.

2 comentarios:

  1. Muy bueno. Y me encantó la comparación de las fichas de los choferes de taxis con los carteles de los zoológicos.

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  2. Coincido Guillermo, me gustó mucho también!

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