Sandra no pregunta porque nos fuimos. Tampoco habla. Como si supiera el
motivo o simplemente no le importara. Caminamos apurados, sin agarrarnos la
mano. Lo que queda de la tarde la pasamos en silencio. En cada esquina mientras
esperamos que el semáforo nos de paso miramos el cielo que de a poco se va
oscureciendo. Desearía que Sandra desaparezca. Sé que si se va no la
extrañaría. Poco queda en mí de lo que sentía por ella. No la necesito al lado
mio. Hay dos motivos por los que no decido terminar: uno es la falta de
voluntad, el otro el miedo. Amamos por miedo y este es el sentimiento que hoy me
invade. Sandra es mi rehén. Subimos al departamento mientras nos vamos sacando
el abrigo. Una vez dentro la agarro de la cara. Sandra despertate y ándate, déjame, grítame lo basura que soy, abrí los
ojos, desnudame en pleno invierno, mostrame mis sueños, anda a buscar los tuyos
lejos de acá, no me toques, callame, pégame, ignorame. ¿No te das cuentas que soy
tu lastre? No te vayas Sandra, por favor despertame. Mientras pienso mi
lengua nada como un pez herido por su paladar, nos sacamos lo que resta de ropa
a las apuradas. Somos dos torpes desvistiéndonos. Me empuja a la cama con
vehemencia. Me tira del pelo, me muerde, me araña. Todos sus movimientos están
cargados de bronca. No es la Sandra que juntaba plumas en la plaza, ni la que
le lee versos de Juanele a su abuela Carmen. Esta bañada de excitación y dolor.
Me escupe la boca, me pasa su saliva por el cuello, por mi pecho. Luchamos por
subirnos uno arriba del otro, por el mero placer del control. Me insulta, me
coge, me ata. Sandra me ama mientras yo muero de miedo.
Muy bueno esto. Las sensaciones que transmite son fuertes. Muy bien escrito. Un gusto haber pasado por aquí.
ResponderEliminarSaludos.
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