domingo, 26 de mayo de 2013

n. Matar al mimo


Sandra no pregunta porque nos fuimos. Tampoco habla. Como si supiera el motivo o simplemente no le importara. Caminamos apurados, sin agarrarnos la mano. Lo que queda de la tarde la pasamos en silencio. En cada esquina mientras esperamos que el semáforo nos de paso miramos el cielo que de a poco se va oscureciendo. Desearía que Sandra desaparezca. Sé que si se va no la extrañaría. Poco queda en mí de lo que sentía por ella. No la necesito al lado mio. Hay dos motivos por los que no decido terminar: uno es la falta de voluntad, el otro el miedo. Amamos por miedo y este es el sentimiento que hoy me invade. Sandra es mi rehén. Subimos al departamento mientras nos vamos sacando el abrigo. Una vez dentro la agarro de la cara. Sandra despertate y ándate, déjame, grítame lo basura que soy, abrí los ojos, desnudame en pleno invierno, mostrame mis sueños, anda a buscar los tuyos lejos de acá, no me toques, callame, pégame, ignorame. ¿No te das cuentas que soy tu lastre? No te vayas Sandra, por favor despertame. Mientras pienso mi lengua nada como un pez herido por su paladar, nos sacamos lo que resta de ropa a las apuradas. Somos dos torpes desvistiéndonos. Me empuja a la cama con vehemencia. Me tira del pelo, me muerde, me araña. Todos sus movimientos están cargados de bronca. No es la Sandra que juntaba plumas en la plaza, ni la que le lee versos de Juanele a su abuela Carmen. Esta bañada de excitación y dolor. Me escupe la boca, me pasa su saliva por el cuello, por mi pecho. Luchamos por subirnos uno arriba del otro, por el mero placer del control. Me insulta, me coge, me ata. Sandra me ama mientras yo muero de miedo.

2 comentarios:

  1. Muy bueno esto. Las sensaciones que transmite son fuertes. Muy bien escrito. Un gusto haber pasado por aquí.
    Saludos.

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