domingo, 28 de abril de 2013

i. Matar al mimo


Sentados en la terraza con los pies colgando nos miramos. La lluvia que cayó hace unas horas despejó el cielo dando paso a la luna que está colgada en el centro, arriba nuestro.
¿Alguna vez pensaste que pasaría si te morís?
Nunca pensé en morirme.
Imaginatelo un segundo
Nada, todo andaría igual, hasta vos seguirías haciendo las mismas cosas de siempre. Todos somos prescindibles por suerte.
Te equivocas, nada sería igual. A veces lo imagino y me pongo a llorar.
¿Me imaginas muerto? Qué lindo, gracias.
Que tonto, bueno no sé si muerto, más que nada la sensación de que no estés más y me angustio, me da miedo.
—Nunca lo pensé.
—También me asustan las promesas, no entiendo para que existen.
—Supongo que para cumplirlas.
—Lo que no llego a comprender es porque las hacemos.
— ¿Por miedo?
Me gusta que  estemos acá.
¿Viste el cielo?
 Se despejo todo, está iluminado, ¿y si ponemos pausa?
No es mala idea, me gusta.
A mi mucho. Dame la mano. No me sueltes, ¿me lo prometes?
Son pétalos los que mordemos cada vez que nos besamos. Somos un mismo rio, la draga que busca en la profundidad. Pétalos rosas, blancos, amarillos florecen entre sus labios. Cuatro ojos fundidos en la unidad del beso. Sandra me pide que no la suelte. Yo sigo sin creer en las promesas.

jueves, 25 de abril de 2013

8. Matar al mimo


La primera revelación, la inútil explicación: la muerte. La carne blanca y fría, la boca cerrada al igual que sus ojos. Las manos sobre la panza como quien sufre un fuerte dolor abdominal. La ropa aun puesta. El sol que se filtra por debajo de la puerta, rebotando en la camilla metalizada donde descansa el cuerpo sin ánima. Nada queda, hasta la vida vence. Las anécdotas sobre promotoras decía que me las guardaba para cuando yo creciera. Nunca llego a contármelas. Mi tío Octavio murió de un paro cardiaco 20 minutos antes de que finalice la carrera que se disputaba en comodoro Rivadavia. Su piloto preferido fue al velorio y desplego sobre el ataúd la bandera de Ford. Un mar amarillo formaba la caravana de taxis con las luces bajas que acompañaban el féretro hasta el cementerio, ese día no habría trasnoche en la estación de servicio. Todos alrededor de la fosa donde los gusanos esperaban hambrientos comenzar su trabajo. Reciclar. Despacio bajan el cajón, evitando que se golpee como si todavía existiese la posibilidad de que el cuerpo sienta dolor. Toca el suelo, suben las sogas. Los llantos y gritos aparecen en el mismo momento que la tierra es arrojada. Pedazos grande, pequeños, nadie queda sin tirar, todos quieren taparlo. Esto es más o menos lo que me conto mi mama. Nunca vi su cuerpo, nunca estuve en el velorio, nunca fui al entierro, nunca visite su tumba.

martes, 23 de abril de 2013

7. Matar al mimo


La cara B era mi tío Octavio, el hermano de mi papa. Fue él quien me enseño algunas de las cosas que nunca se olvidan: Atarme los cordones, andar en bicicleta, tomar agua de la manguera y a hacer pis sin bajarme los pantalones. Teníamos una relación fluida. Era una fiesta cada vez que nos visitaba, me podía quedar despierto escuchándolo contar historias hasta dormirme sobre el mantel. Su voz se metía en mis sueños de sobremesa. Tenía dos trabajos que estaban ligados de alguna u otra manera. De viernes a domingos era banderillero de turismo Carretera. Trabajo del que adquirió dos cosas: primero una destreza y fuerza en su brazo izquierdo, que yo aprovechaba cuando me colgaba como un orangután drogado, y segundo, de tanto asado y juntada, un dominio para la oratoria que dejaba deslumbrado hasta al más incrédulo de los mortales. Mantenía en vilo a cualquiera con historia de autos, accidentes y viajes por el país. Su otra ocupación era la de ser taxista, de martes a jueves. Quería seguir cerca de los motores, mecánicos,  parrillas al paso y semáforos. Los lunes se los reservaba para sacarme a pasear. Con el permiso de mi papa, me llevaba en el taxi a recorrer la ciudad. Me dejaba viajar en el asiento de adelante. Los taxis siempre tienen impecable la butaca del acompañante. Contento estaba mientras duraba el viaje, me mostraba las avenidas, los recovecos, los atajos, las vivezas y terminábamos en su estación de servicio preferida. Después de saludar al encargado, de piropear y sonreírle a la chica que atendía el minimercado, de esquivar estanterías con aceites y lubricantes, me compraba una coca y un paquete de merengadas. Sonrisas, toda la tarde sonrisas. Sigo pensando que mi mama estaba enamorada de él, o era mi deseo de que fuese él mi papa, y no su hermano. De souvenir me llevaba un pedacito de estopa de la estación sin que nadie se diera cuenta. Lo guardaba en el bolsillo para luego dejarlo debajo de la almohada. Pensaba que así, mi tío Octavio, aparecería en los sueños.

jueves, 18 de abril de 2013

6. Matar al mimo


Había un espejo grande en el pasillo del departamento. Delante de él pasaba todas las mañanas para ir al colegio. También desfilaban los soliloquios de mi papa ante una mala nota, ante mis zapatillas desperdigadas por  todos los rincones de la casa, la puerta abierta de la heladera, las contestaciones a mi mama, mis pies descalzos, el encendido del televisor, el rellenado de la jarra de jugo, el lavado de la taza de café, el orden de la habitación, la ropa sucia, mi andar desalineado, las noches de desvelo, su pedido de que me duerma y su reclamo para que estudie. Directivas. Rígido. Disco. Se tornaba una tarea humanitaria escucharlo repetir todo más de una vez. No se cansaba del mismo relato. Estaba chipeado para mantener un discurso monótono por varios minutos seguidos. Maldijo cuando dejo ser obligatorio el servicio militar. Nunca paro de vociferar lo bien que me hubiese hecho hacerlo. Yo le retrucaba que no le vendría nada mal,  empezar por estar más en casa. Oportunamente aparecía mi mama para poner un freno a la discusión y mandarme a mi cuarto, con el grito enfermizo de fondo mi papa despotricando contra toda mi humanidad, mis caprichos y ante mi supuesta pedantería. Antes de irse a dormir, sigiloso se paraba detrás de la puerta de mi habitación y desafiándome decía: “Marica. Que descanses”. Escondidos. Él atrás de la puerta, yo debajo de las sabanas. 10 años tenía para ese entonces. 

martes, 16 de abril de 2013

5. Matar al mimo


A los juguetes siempre debía ordenarlos en sus correspondientes cajas rotuladas y de diferentes colores. No salían de casa, no descubrieron el cielo. Nunca entró mi papa a la habitación. Del bingo al baño y a su dormitorio. No conocía mi hábitat, no le importaba el mundo que podía construir con dos muñecos y una soga. Siempre la televisión o su ausencia acaparaban la escena. Mientras tanto mi mama hacia lo imposible por no quedar mal en sus quehaceres domésticos. Innovaba con recetas modernas, probaba alguna recomendación culinaria que le había comentado una vecina. Arriba del mantel servía sus intentos y frustraciones. Siempre a la espera de una devolución que nunca llegaba. Cenas en silencio. La comida costaba tragarla, raspaba la garganta cada bocado. De ahí deriva mi manía por masticar decena de veces lo que como. Líquidos entran los alimentos que consumo. Nunca los vi besarse delante mío, nunca se refirió a mi mama de manera afectuosa, siempre se dirigía a ella por su nombre, un enfático y seco Emilia. Cambiaba un poco su actitud cuando había algún tipo de evento familiar. Ahí él se soltaba y dejaba que su brazo le rodeara la cintura a ella. Hasta recuerdo que más de una vez en esas reuniones, tenía el tic de acariciarme la cabeza, recorrer su geografía. Se lo notaba animado y no era pose. Algo que nunca supe que, activaba un mecanismo poca habitual en su accionar. Eran breves esos  momentos. Cortos. Con que poco nos conformábamos mi mama y yo. El roce de su mano sobre mi pelo, quería que durara horas esa caricia. Nunca entendió lo que me hacía falta. Soy la esquirla de la bomba del pasado. 

domingo, 14 de abril de 2013

4. Matar al mimo


Sus ratos libres los gastaba en el ejercicio de la lectura. No solo se alimentaba de telenovelas, sino que además consumía libros. Los devoraba.  Más de una vez la encontré sentada en el sillón con las piernas en cruz escribiendo en un cuaderno. Escribía rápido, con la mirada fija en la hoja cuadriculada. Apretaba fuerte la birome, como si tuviese miedo de que se escapara y perdiera lo que debía escribir. Pasaba las carillas, no frenaba. No era mi mama la que estaba en el sillón. Nunca pude leer lo que escondía en esas hojas. Se encargaba de guardar la libreta en profundos estantes, junto a tantos secretos que deben reposar olvidados en los finales de los muebles. Tampoco notó que la observe, jamás se lo dije, no quería quitarle el único momento de intimidad que tenía. Me gustaba verla en esa situación: ella, su cuaderno y el sillón. Me hubiese gustado eternizar ese momento, hacerlo pintura. Ella se perdía, escribía y se volvía a perder de nuevo. No levantaba la mirada, la fundía con las líneas del papel. La tinta se deslizaba formando frase que ella disfrutaba con una sutil sonrisa. Era tantas y una sola a la vez. Virgen de sal. Los fines de semana con mi papa en el departamento el accionar de ella cambiaba drásticamente. Nada de sillón, menos de sonrisas. Ella trocaba su cuaderno por la revista de sopa de letras. Armaba las palabras que su boca no se animaba a vomitar. 4 letras, vertical.

martes, 9 de abril de 2013

3. Matar al mimo

La discreción siempre fue una característica en la familia. Pocos sabían lo que realmente sucedía dentro de casa. ¿Cómo hacían para que nuestras paredes fuesen muros infranqueables? Lo posibilidad de un dialogo entre los tres hoy es imposible. Mi papa murió hace menos de un año en un accidente de tránsito. Nunca me dejaron ver su cuerpo desfigurado por las chapas y vidrios del auto. Pero lo imagino. Según mi mama era una manera de protegerme. ¿De qué? Pobre, cada vez le cuesta más comunicarse conmigo, y no se lo reprocho, la comprendo en algún punto. Quiero intentar seguir escribiendo sobre mi infancia. Agoto los recursos para poder hacer memoria. Traer al presente los recuerdos de mi niñez. Sobran imágenes, pero cuesta unirlas, ponerles movimiento. La dinámica familiar no era muy distinta a la de cualquier familia media de la ciudad. Mi papa trabajaba, mi mama ama de casa y yo nada. O mejor dicho, lo que hace un chico durante sus primeros años de vida: dormir, comer, llorar y jugar. Básicamente esa era mi actividad diaria. El partía y ella se ocupaba de mí, él llegaba y ella lo atendía. Su siervo. Mientras ella comenzaba la ceremonia marital, yo me perdía en las decenas de fotos que había en un mesa ratona del comedor. Todas con portarretrato metalizado, de diferentes tamaños y textura. Por cuestiones de óptica, a las fotografías que ayer miraba como se mira un pasacalle, hoy les quito el polvo de encima. Develo los rostros. Lacrimosas imágenes que alimentan el silencio, la impotencia.

domingo, 7 de abril de 2013

2. Matar al mimo


Hijo de Miguel Antonio Doproy y Emilia Blas, nací el 14 de mayo de 1989, el mismo día que Carlos Saúl Menem gano las elecciones presidenciales. Soy un hijo más de la convertibilidad. Como ecos siguen resonando los reproches por haber nacido el mismo día del sufragio “justo viniste a nacer el día en que hay que votar, mira si serás inoportuno”. Lo que más le molesto a mi papa no fue el hecho de no poder ir a la escuela del barrio, encontrarse en el padrón, hacer la fila interminable, buscar la boleta dentro del cuarto oscuro y depositarla en la urna, sino no poder decir orgulloso frente a su grupo de amigos que él también lo había votado. Hijo único de una familia de clase media. Mi mama siempre me contaba la misma historia, de lo complicado que fue el embarazo, lo mal que la paso durante mi gestación y de lo sola que estuvo. Los recuerdos que tengo de mi infancia se van esfumando con el correr de los años, pareciera que no fueron tan intensos o que algo en mi intentara borrarlos. Todo se vuelve evanescente. Para ese entonces vivíamos en el barrio de Palermo, en un departamento de 3 ambientes con vista a la Av. Santa fe. Mi habitación era bastante ruidosa y amplia. Debido a la obsesión enfermiza de mi madre por la combinación de colores, la alfombra tenía la misma tonalidad que las sabanas y las cortinas. Las paredes estaban empapeladas con discretos diseños de dibujos. A medida que fui creciendo me ocupe de ir cubriéndolos con diferentes manifestaciones de arte rupestre realizadas con crayón. Y así fui tapando. La fina tarea de avanzar sin analizar. Tapar, una constante del que no mira atrás.

jueves, 4 de abril de 2013

1. Matar al mimo


Lunes 6 de Agosto de 2012
Este mediodía desde el Hospital N° 50 José de San Martin de la localidad de Arroyo Seco dieron a conocer el resultado de la autopsia realizada a la víctima fatal del accidente de tránsito ocurrido sobre la Ruta Nacional N° 9 camino a Rosario.
Según lo informado desde la comisaria N° 27 en referencia al resultado de la autopsia realizada a la víctima fatal del accidente de tránsito ocurrido en horas de la mañana, el señor MIGUEL DOPROY falleció debido a “MUERTE POR ARROLAMIENTO, TRAUMATISMO ENCEFALICO GRAVE. PARO CARDIORESPIRATORIO POR CONSECUENCIA DE POLITRAUMATISMO GRAVE”. Recordemos que la víctima había protagonizado a horas 09.00 aproximadamente un accidente junto a un tractor con acoplado en el que viajaban 6 peones rurales cuyo conductor se desplazaba por la Ruta Nacional N° 9 a unos 7 kilómetros de la localidad de Arroyo Seco. Por causas que se tratan de establecer fue colisionado desde atrás por el señor Miguel Doproy, conductor de una camioneta marca Ford.
Producto del violento impacto los ocupantes del acoplado salieron despedidos, quedando dispersos sobre la cinta asfáltica, aún continúan internados afectados con lesiones varias en el Hospital local.

Aún conservo el recorte del diario La Posta de Arroyo Seco donde figura el accidente de tránsito que tuvo mi papa. No sé por qué lo guardo todavía, quizás es una manera de asegurarme su desaparición. Una autopsia, varios heridos y una sola muerte, o dos, la de mi papa y la de mi mama en vida. Todo cambio desde ese momento, yo en primera instancia. Guardo el recorte dentro de una carpeta junto a recuerdos de mi infancia, se pierde entre dibujos, figuritas del mundial Francia  98´ y cartas de mis primeras novias. Ahí descansa él, su ruta 9, su muerte y mi alivio.